SEMANA LITERARIA IES MEDITERRÁNEO - JERÓNIMO TRISTANTE

ENCUENTRO CON JERÓNIMO TRISTANTE
"Me habría encantado viajar en el tiempo, tener una máquina como la de Wells, tal vez por eso me decidí a ambientar mis novelas en el pasado”.

Esta es una de las muchas intimidades que nos ha desvelado Jerónimo Tristante en su encuentro con los lectores para hablar de la segunda entrega de su detective Víctor Ros, “El caso de la viuda negra”, una novela ambientada en un periodo que el autor admira, el siglo XIX, y que se arma gracias a otras de sus pasiones, el misterio y las historias de crímenes, no en vano considera que los asesinos en serie son personajes muy atrayentes para la literatura.

Una literatura que se encargó de desmitificar, puesto que en ella está todo inventado después de tantos siglos, por lo que cobra aún más importancia la manera en la que se cuentan las historias, la forma original de presentar un argumento, que puede suponer la diferencia entre el triunfo y el fracaso. Todos podemos llevar dentro un narrador, pero lo importante es tener una buena historia y saber contarla, tal y como decía Delibes, como si se la estuviésemos contando a un amigo.

Para Jerónimo, hay dos clases de escritores, los autores “estupendos”, que se creen superiores y necesarios para la posteridad y que olvidan al lector, y los autores que piensan en los lectores, y que pretenden mimarlos para que disfruten de la lectura; por ello defiende que es una pose decir que no se piensa en el lector en el momento de la creación literaria, porque cualquier autor escribe para ser leído y le debe su vida como literato a los lectores.

"Leer un libro es una de las cosas más divertidas del mundo, y eso es lo que debe transmitirse en el aula a los alumnos, porque leer no ha sido nunca, ni debe serlo, un castigo, sino un placer inmenso". Como fue un placer y un divertimento escuchar a Jerónimo Tristante, que además de desempolvar anécdotas de sus fuentes y de la creación del personaje de Víctor Ros, nos contó algunos secretos que aún no pueden confesarse, y que quedarán bien custodiados en la complicidad establecida entre autor y lector.


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