LA TENTACIÓN DE SAN ANTONIO, Salvador Dalí (1946)
La
falta de lluvia había convertido el paisaje en un desierto. Jorge
salió de casa, como todas las mañanas, para trabajar en su huerto;
pero aquel día todo era diferente. Hacía un calor sofocante y el
cielo comenzó a cubrirse de nubes. A lo lejos se podía ver un
extraño desfile de animales.
-
¡Aléjate de mí, aléjate de mí!; gritaba una mujer, vestida de
rojo, con una cruz en la mano; mientras un zombi intentaba acercarse
a ella. De repente, un ángel blanco apareció flotando en el aire
para rescatarla.
Jorge,
asustado por los gritos, intentó huir, pero tropezó con una piedra
y cayó al suelo. Al intentar levantarse, se dio cuenta de que estaba
desnudo y que los extraños animales estaban cada vez más cerca.
Un
caballo y cuatro elefantes, todos con las patas larguísimas, se
dirigían hacia él. Jorge cogió dos ramas, las puso en forma de
cruz e intentó espantarlos.
El
caballo, asustado levantó las patas delanteras, sus herraduras
parecían derretirse del calor. Fue entonces cuando el hombre pudo
ver que los elefantes iban cargados. El primero con un pedestal donde
una mujer bailaba, el segundo con un obelisco de piedra y los dos
últimos llevaban un templo clásico dorado, por cuya ventana se
asomaba el cuerpo desnudo de otra mujer.
- ¡Alto ahí!, dijo Jorge, con
voz enérgica, pero muerto de miedo. “Liberad a nuestras mujeres y
devolvednos nuestras riquezas”; pero el caballo continuaba
enfurecido.
-
¡Apártate de ahí, buen hombre, que te vamos a aplastar!, dijo la
mujer. “Veo que ya vas preparado para la fiesta”. Jorge la miró
sorprendido y le preguntó qué quienes eran.
“Somos
los miembros del circo; actuamos esta noche en la fiesta de la
plaza”.
“Pero…,
¿y esos monstruos?”, preguntó él.
-
¿Monstruos?; son todo disfraces. “Es un espectáculo de animales
fantásticos contra muertos vivientes; los habitantes del pueblo
seréis algunos de los zombis, de hecho, ya hay algunos ensayando”.
-
Ah, claro, claro; dijo avergonzado. “Ahora lo entiendo todo”.
Dos
horas antes, de camino a su huerto, Jorge se había quitado la ropa
para pegarse un baño en el arroyo… Por lo visto, se había quedado
dormido, hasta que los gritos de una de las actrices lo habían
despertado.
“Por
cierto, llevas el mejor disfraz de zombi que he visto nunca, seguro
que ganas el primer premio”; dijo el actor que dirigía el caballo.
José
García Fernández. Profesor de Geografía e Historia.
Tormenta
Tanto
es lo que destruyes, lo que arrebatas.
Ni
la fuerza de mil hombres o cien caballos se compara a la tuya.
¿Cómo
quieres que yo lo haga?
No
intentaré pelear contigo, mucho menos detenerte.
Eso
no significa que seas más que yo, ni más grande, ni más valiente.
Somos
exactamente iguales, pero nos mostramos de manera diferente.
Ahí
estás, prepotente y amenazadora. Intentando intimidarme mostrándome
lo fuerte y desastrosa que eres.
Aquí
estoy yo, desnudo, de rodillas frente a ti. Sosteniendo mis palabras
en una mano y mostrándote mi fe en la otra.
Al
final, eres tú quien retrocede.
Porque
aunque la fuerza de mil hombres y caballos quede pequeña ante la
tuya.
La
fe de uno, puede con todo.
Gabriela
Paola Rodríguez Morillo. Alumna de 2º ESO A
No hay comentarios:
Publicar un comentario