InspirArte 2018. Sesión 1

LA TENTACIÓN DE SAN ANTONIO, Salvador Dalí (1946)




La falta de lluvia había convertido el paisaje en un desierto. Jorge salió de casa, como todas las mañanas, para trabajar en su huerto; pero aquel día todo era diferente. Hacía un calor sofocante y el cielo comenzó a cubrirse de nubes. A lo lejos se podía ver un extraño desfile de animales.
- ¡Aléjate de mí, aléjate de mí!; gritaba una mujer, vestida de rojo, con una cruz en la mano; mientras un zombi intentaba acercarse a ella. De repente, un ángel blanco apareció flotando en el aire para rescatarla.
Jorge, asustado por los gritos, intentó huir, pero tropezó con una piedra y cayó al suelo. Al intentar levantarse, se dio cuenta de que estaba desnudo y que los extraños animales estaban cada vez más cerca.
Un caballo y cuatro elefantes, todos con las patas larguísimas, se dirigían hacia él. Jorge cogió dos ramas, las puso en forma de cruz e intentó espantarlos.
El caballo, asustado levantó las patas delanteras, sus herraduras parecían derretirse del calor. Fue entonces cuando el hombre pudo ver que los elefantes iban cargados. El primero con un pedestal donde una mujer bailaba, el segundo con un obelisco de piedra y los dos últimos llevaban un templo clásico dorado, por cuya ventana se asomaba el cuerpo desnudo de otra mujer.
- ¡Alto ahí!, dijo Jorge, con voz enérgica, pero muerto de miedo. “Liberad a nuestras mujeres y devolvednos nuestras riquezas”; pero el caballo continuaba enfurecido.
- ¡Apártate de ahí, buen hombre, que te vamos a aplastar!, dijo la mujer. “Veo que ya vas preparado para la fiesta”. Jorge la miró sorprendido y le preguntó qué quienes eran.
Somos los miembros del circo; actuamos esta noche en la fiesta de la plaza”.
Pero…, ¿y esos monstruos?”, preguntó él.
- ¿Monstruos?; son todo disfraces. “Es un espectáculo de animales fantásticos contra muertos vivientes; los habitantes del pueblo seréis algunos de los zombis, de hecho, ya hay algunos ensayando”.
- Ah, claro, claro; dijo avergonzado. “Ahora lo entiendo todo”.
Dos horas antes, de camino a su huerto, Jorge se había quitado la ropa para pegarse un baño en el arroyo… Por lo visto, se había quedado dormido, hasta que los gritos de una de las actrices lo habían despertado.
“Por cierto, llevas el mejor disfraz de zombi que he visto nunca, seguro que ganas el primer premio”; dijo el actor que dirigía el caballo.


José García Fernández. Profesor de Geografía e Historia.



Tormenta
Tanto es lo que destruyes, lo que arrebatas.
Ni la fuerza de mil hombres o cien caballos se compara a la tuya.
¿Cómo quieres que yo lo haga?
No intentaré pelear contigo, mucho menos detenerte.
Eso no significa que seas más que yo, ni más grande, ni más valiente.
Somos exactamente iguales, pero nos mostramos de manera diferente.
Ahí estás, prepotente y amenazadora. Intentando intimidarme mostrándome lo fuerte y desastrosa que eres.
Aquí estoy yo, desnudo, de rodillas frente a ti. Sosteniendo mis palabras en una mano y mostrándote mi fe en la otra.
Al final, eres tú quien retrocede.
Porque aunque la fuerza de mil hombres y caballos quede pequeña ante la tuya.
La fe de uno, puede con todo.


Gabriela Paola Rodríguez Morillo. Alumna de 2º ESO A

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