InspirArte 2018. Sesión 5

LA ESPERA, Gustav Klimt (1905-1909)

 

 El cuadro

Cuando me encargaron el trabajo lo acepté sin rodeos, como había hecho siempre; acordé un precio con el comprador y comencé a investigar sobre el cuadro. No sospeché sus dimensiones, su peso y menos aún que se hallase en un palacio particular. El palacio Stoclet. Renegocié el precio tras esta primera investigación  y me puse manos a la obra. Elaborar el plan me llevó casi once meses. Incluso me preparé físicamente. Jamás un encargo me había supuesto tal esfuerzo, pero el dinero era mucho; me permitiría salir del país durante una buena temporada y alejarme de varias órdenes de búsqueda y captura.

Llegó el día D. Los propietarios habían cambiado temporalmente su residencia por un resort tropical en el otro extremo del mundo. Aún así, un mínimo personal de servicio continuaba con el mantenimiento de la casa.

La noche siempre se presenta con guante blanco así que permanecí escondido detrás de unos cipreses a que llegase el ocaso. No fue casualidad que no hubiese luna aquella noche. Alarmas, infrarrojos, sensores y un dóberman sedado iban quedando atrás.

Antes de que el sudor resbalase por mi cuerpo estaba frente al cuadro. Apenas había luz pero desprendía un brillo singular. Y no eran sus abalorios ni su túnica, ni siquiera su hermoso tocado. Nada era comparable al destello de su rostro.

Finalicé mi trabajo antes de que los pavos reales abriesen su abanico y el servicio despertase del sueño inducido.

A salvo, en la intimidad de mi morada volví a empaparme de su belleza, de su atracción, de sus manos dulcemente forzadas y bajo su mirada atrayente tomé la decisión. Llamé al comprador y sentencié: “el cuadro no está en venta”.

Al final había merecido la pena “La espera”. 

María Eugenia Turpín


Sueños rotos

Hola, soy Elisa, quiero ser modelo, y por eso ahora estoy dirigiéndome a mi décimo casting de modelaje de la semana y no son los únicos en lo que he participado; de hecho, hoy hará un año desde la primera vez que me presenté a una audición.

Me acuerdo perfectamente: el tema elegido  para la sesión fotográfica fue el Antiguo Egipto. Tuve que ponerme un vestido largo y sedoso con un estampado de triángulos, multitud de brazaletes y en el pelo me hicieron un moño recogido con un tocado, todo muy lujoso para mi gusto.

Llegué a la pasarela, desfilé e hice mi mejor pose.

Fue entonces cuando escuché de la boca del director de la audición, Gustav Klimt, por primera vez la oración que iría rompiendo mis sueños:

—Lo siento chica, pero tu carrera como modelo tendrá que esperar. 

Olga Ruiz


La mujer del cuadro era una reina que un día quiso hacerle una prueba al pueblo, y quien lo conseguía era bien recompensado. Esta prueba consistía en que iba a poner muchos cuadros por el pueblo, entre ellos se encontraba este. Lo puso en un lugar muy visible para que la gente pensase que no podía ser ese el cuadro que había que llevarle porque estaba a la vista de todos y el que se estará buscando, supuestamente, sería más complicado de encontrar. Tenían de tiempo solo dos días y valía escoger un solo cuadro por familia.

La gente no paraba de traer cuadros, sin embargo nadie acertaba. Cuando faltaron solo unas pocas horas para que se terminase esa prueba, de repente entró un chico con ese cuadro.

Lo recibió la reina en privado y le hizo una pregunta, la cual era que por qué eligió ese cuadro, él respondió que al separarse de su madre cuando era pequeño lo único que recuerda es que tenía puesto un vestido igual que el del cuadro, hasta en las figuras geométricas. Él con solo verlo se fue corriendo hacia él, lo cogió y lo guardó. En ese momento la reina se dio cuenta de que él era su hijo perdido.

Houda El Ayani




 

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