InspirArte 2018. Sesión 4



LAS SEÑORITAS DE AVIGNON', Pablo Ruiz Picasso (1907)





MIRADAS ENCONTRADAS

Con motivo del cumpleaños de Paula, habíamos decidido no posar ese día y quedar las cinco en su casa, para pasar la noche allí. Yo fui la primera en llegar, Paula lo tenía casi todo preparado, excepto el pastel, debido a que no alcanzaba las manzanas por su baja estatura, así que yo le ayudé a cogerlas y preparamos una jugosa tarta.
Al poco tiempo llegó Diana, quejándose del tiempo. Paula puso los ojos en blanco.
– Alicia, ¿por qué ha tenido que venir si no nos cae bien a ninguna? – le respondí sonriendo.
– Porque tiene su gracia.
Mientras llegaban las demás, Paula nos contó cómo su prometido miraba a otras con descaro, delante de ella.
– Sé que no soy perfecta, pero por lo menos podría respetarme un poco, ¿no?
Diana respondió.
– Ya sabes lo que pienso de ese impresentable, no sé cómo has aceptado ese compromiso.
– Es un acto reflejo del ser humano, pero debería controlarse, por lo menos cuando está contigo – intenté calmar los ánimos.
En ese momento llegaron Lara y Blanca, que se metieron de lleno en la conversación.
– Tu prometido mira a todas con deseo – dijo Lara.
– Pues a mí no – respondió Blanca en voz baja.
Todas reímos y Diana preguntó con malicia:
– Blanca, tú al final vas a ser monja, ¿verdad?
Blanca se quedó muda pero se podía percibir su enfado. Paula propuso hablar sobre los muchachos que les atraían, Lara empezó a enumerarlos.
– Carlos, Juan, Pablo, David, Jesús…, pero solo he coqueteado con los tres primeros, el resto ya se verá.
Diana le preguntó a Blanca quién le gustaba, pero ella decidió no contestar. Y llegó mi turno, no sabía qué responder, nunca me había atraído ningún muchacho, de hecho no las comprendía cuando hablaban de sus enamorados, y decidí decir la verdad.
– Nunca me he sentido atraída por ningún hombre.
Todas se quedaron pensativas, excepto Paula, que con rapidez me preguntó:
– ¿Y por una mujer?
Ahora todas se sorprendieron mucho y esperaron mi respuesta.
– De lo que estoy segura es de que nunca he sentido eso por un muchacho.
– Lo intuía – respondió Lara.
Blanca estaba absorta, pero las demás estaban demasiado interesadas en mis palabras como para darse cuenta.
– Pero, ¿qué es lo que sientes? – preguntó Paula.
Me quedé dudando un rato.
– Para empezar, ni yo misma sé lo que siento.
– ¿Pero te gustan todas las chicas? - preguntó Lara.
Blanca respondió por mí:
– ¿Y a ti, te gustan todos los chicos?
Cuando Lara se dio cuenta de lo absurda que sonaba esa pregunta, se sonrojó y se quedó callada.
– Pues por ejemplo me siento a gusto con ellas, aprecio su belleza y su delicadeza – al fin pude contestar.
– Pues yo no me siento nada atractiva, odio todo de mí – terció Diana.
– Tienes una cintura de avispa envidiable – le contestó Lara.
– Ojalá yo fuera tan resuelta como tú – respondió Diana.
Paula estaba muy seria, lo que era extraño en ella, y decidí preguntarle.
– Paula, ¿qué es lo que más te gusta de ti?
Ella respondió con tristeza.
– Nada, soy bajita, me siento fea, soy insegura y por si fuera poco, me río en los momentos más inoportunos, ¿qué se supone que me debe gustar de mí?
– ¿Tu gran sentido del humor? – intenté animarla -. Además, qué más da ser bajita si existen los taburetes – conseguí sacarle una sonrisa.
Blanca se unió al grupo diciendo:
– A mí me gustan las pecas que me salen en verano y mis ojos color café.
Yo respondí:
– Nadie es perfecto, el físico no lo es todo, pero hay personas a las que su gran personalidad vuelve muy atractivas.
Todas quedaron satisfechas y empezamos a cenar. La cena estuvo muy animada, Lara y Diana incluso se hicieron amigas. Cuando subimos a la habitación nos cambiamos sin pudor, no hubo comentarios desagradables ni miradas de envidia, sólo miradas encontradas.

Andrea Navarro Conesa, alumna de 2º de Bachiller

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