ENTREVISTA A PAZ
CASTELLÓ
MI NOMBRE ESCRITO EN LA PUERTA DE UN VÁTER
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¿No le pareció
muy arriesgado tratar en su novela el tema de las suplantaciones literarias?
Me pareció, más
que arriesgado, suicida, si lo que pretendes es publicar con una editorial convencional,
porque supuse que podría cerrarme muchas puertas, pero lo que realmente me
motivó a escribir sobre ese tema fue la necesidad de gritar al mundo una verdad
que está amordazada y dar voz a muchos compañeros escritores que no la tienen.
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Usted conoce muy
bien los medios de comunicación, ¿realmente se dan en ellos ambientes tan
turbios como los que refleja en la novela?
Cualquier
ambiente en el que se cocinen los ingredientes del poder y el dinero es
susceptible de generar un caldo de cultivo muy propicio para situaciones poco
transparentes. De todas formas, los medios de comunicación no son exclusivos en
esto.
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Mauro Santos,
Germán Latorre, Olvido Valle, tres almas muy diferentes, ¿con cuál de ellos ha
disfrutado más a la hora de la escritura?
Creo que Germán
Latorre me ha permitido dar rienda suelta a mi parte perversa. Todos la
tenemos, pero normalmente no la desarrollamos. Poder hacer y deshacer sin
condicionamientos morales que me limitaran porque el que hacía era Germán y no
yo, me ha permitido disfrutar mucho del proceso creativo. Los malos son siempre
muy agradecidos. Es algo así como disfrazarte en Carnaval, por un tiempo eres
alguien que no eres normalmente. Olvido y Mauro me tocaban más mi parte
emocional, y ponerme en la piel de sus sentimientos en ocasiones me ha hecho
sufrir.
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Mauro ama la
literatura profundamente, ¿es posible sentir tanto cariño por ella? ¿Qué tiene
de especial esta disciplina artística?
Claro que es
posible, la historia está llena de ejemplos como Mauro Santos. La literatura
es, a mi modo de ver, magia. Es una disciplina artística ligada íntimamente a
la capacidad del lenguaje que poseemos los seres humanos. Las palabras crean
historias, nos hacen sentir, son infinitas, y se convierten en un medio
transmisor de otros mundos y otras realidades.
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A ratos se acerca
en la novela a la intriga criminal, ¿le sedujo más ese apartado o el que habla
de la creación literaria?
Siempre he
pensado que me he equivocado de época al nacer porque me siento bastante
renacentista. Son muchas las disciplinas que me llaman la atención y en las que
he buceado en algún momento de mi vida. La literatura, la psicología, la
criminología…, así que no creo que pudiera decir que una la disfrutara más que
otra, simplemente todas forman parte de mí.
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¿Cuántas ideas
sobre la literatura y la escritura de las que hay en la novela son de Paz
Castelló?
Muchísimas, tal
vez demasiadas. Releyendo la novela me he sentido como si hubiera hecho un
desnudo integral. Siempre con los matices de personalidad del personaje, Mauro
Santos, construido desde un perfil narcisista, pero en esencia, su sentir es el
mío, o al menos lo fue en el momento de escribir la novela.
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La novela arroja
varios dilemas acerca de la ética y lo moralmente correcto, ¿le seduce colocar
al lector en esas disyuntivas?
Sí, es cierto. Es
algo que ocurre en todas mis novelas. Son disyuntivas que yo misma me planteo.
Qué está bien y qué no lo está es algo difícil de acotar y dependiente de
muchos factores sociales, culturales, personales, legales… Busco que mis
personajes se liberen de mis condicionamientos personales, así que prefiero que
sea el lector el que se implique en según qué cuestiones.
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Acaba de publicar
Dieciocho meses y un día, una novela
tremendamente poderosa en su planteamiento y en el tema que trata, ¿cómo ha ido
la experiencia si la comparamos con la anterior?
Para escribir
necesito que el tema me seduzca, que me motive, que me sirva para contar algo a
través de los personajes. La violencia de género es uno de esos temas que causan
en mí frustración, impotencia, rabia… y me pareció una buena forma de
visibilizar el problema. Escribir Mi
nombre escrito en la puerta de un váter fue una experiencia liberadora,
casi terapéutica. Me sirvió para sacar fuera toda la frustración que como
escritora invisible en aquel momento había acumulado. Sin embargo, Dieciocho meses y un día fue más bien
una experiencia agónica, asfixiante, angustiosa y desesperante. Quise encontrar
respuestas, pero sólo encontré más preguntas.
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¿Qué planes
literarios le aguardan ahora?
Hace mucho tiempo
que no hago planes más allá de seguir disfrutando de la literatura y del
proceso creativo. Generar expectativas sólo trae desilusiones y frustración,
especialmente en un mundo tan complicado como éste. Así que prefiero que la
vida me sorprenda. Lo que tenga que ser, será. Yo me considero una obrera de
las palabras, mi labor es trabajar todos los días y hacerlo lo mejor posible.
Lo demás no depende de mí. Soy una superviviente, me adapto al hábitat.
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Recomiende una novela
a un lector adolescente y a otro adulto.
Para adolescentes
recomendaría El mundo de Sofía de
Jostein Gaarder, para introducirse además, en la filosofía. Para adultos, Cien años de soledad, de Gabriel García
Márquez.
Antonio Parra Sanz
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